Kemy Oyarzún,Presidenta ACAUCH
La relectura de Marta Harnecker (1937-2019) a cincuenta años de su producción inicial nos remite hoy a pliegues de una memoria personal, política e histórica para debatir y repensarnos a partir de las postdictaduras del Cono Sur y la lucha por establecer nuevos polos articuladores de resistencias antineoliberales. Opto por recordarla en esos momentos de 1968, cuando comenzaba su actividad en la Ranquil para luego incorporarse al movimiento estudiantil en la Universidad de Chile y establecer su militancia en el PS durante la formación de la Unidad Popular.
Rescato en este merecido homenaje, la aguda tensión entre conocimiento y compromiso social que vivía el proceso hacia la autonomia crítica latinoamericana en los años 60. Vive y piensa en los límites siempre abiertos entre experiencia y saber. En la historia de las ciencias sociales del Chile de los sesenta, ella fue formada en un modelo teórico de raigambre marxista, crítico del funcionalismo” y atento a la especificidad del dependentismo extractivista latinoamericano (Garreton). Como tantas otras, la vida estudiantil de Marta quedó marcada por ese período de polarización entre 1967 y 1973, señalado por Garretón y Lechner.
Junto a Fernández Retamar, Angel Rama, Cornejo Polar o Josefina Ludmer, Marta Harnecker es figura clave en la historia de un pensamiento latinoamericano propio–una de las pocas mujeres latinoamericanas que se enfrentaba por esos años al mito de la «neutralidad» de la ciencia occidental y a los engranajes de una racionalidad colonialista, homogénea y excluyente. Aunque no hizo parte del recorrido teórico feminista que en Chile marcó la lucha antidictatorial con Julieta Kirkwood, aseguró haber aprendido “del feminismo no por lecturas, sino que por las comandantes guerrilleras de Centroamérica”. Y agregó: “Las mujeres guerrilleras habían demostrado y permeado con los ideales feministas a los movimientos y en mis libros empezaron a aparecer porque los vi en la práctica” (entrevista al Desconcierto). “En mi época las mujeres no aparecían para nada”, explica al aclarar que ella no tuvo ninguna formación feminista. “Yo nunca pensé siquiera que me podían discriminar por ser mujer”.
En este sentido, Marta cumple un agudo y complejo ciclo de producción de conocimiento Norte/Sur, de la otra orilla a esta diría Cortázar. Vive y piensa los límites. Extraño haberla conocido personalmente, saber de su propia experiencia vital. Su viaje teórico se vió cruzado por agudos virajes existenciales y teóricos de gran riqueza y conflictividad. Busca y bucea los límites: teoría y praxis, crítica y acción, movimientos sociales y movimientos políticos. Una pedagogía de los límites, dirá después. Aprender enseñando. Tejer tensiones. Articular diferencias.
Primero, se forma en Francia con Althusser, a quien tradujo y bajo cuyo liderazgo trabajó. Vuelve a Chile. Participa en el gobierno de Salvador Allende entre 1970 y 1973. En el contexto de la Unidad Popular, abandona la academia para dedicarse a los manuales de divulgación como formadora de obreros, obreras, campesinos y campesinas. Son momentos en que, cito, “el movimiento estudiantil …se jugaban más allá de las aulas” (ibid.) Y Marta queda marcada por la pensar América Latina como objeto de estudio y análisis (Grretón, Brunner, 86, Godoy, 74). Pero la propia ciencia social colapsa con el golpe militar de 1973. (Garretón, 1982). Se eliminan o desmantelan centros e institutos, se expulsan académicos y estudiantes; otros sencillamente desaparecieron. Los puentes entre vida y academia, entre ciencias sociales y filosofía se quiebran. La universidad pierde la brújula. En dictadura proliferarán imaginarios críticos y ciudadanías encarnadas desde las calles. Ella ya no está acá.
En su último ciclo fuera del Chile dictatorial, logra articular trabajo ensayístico y praxis en un esfuerzo por debatir posibles estrategias postdictatoriales para Nuestra América luego del desplome de la Unión Soviética. Colabora activamente en Cuba y en el proceso venezolano que inaugura Chávez. En los 90 postula que el macro-economicismo global implicaba un fin de la beligerancia imperial. Hoy la historia la ha desafiado. El vértice entre globalización neoliberal y guerras coloniales sigue tan beligerante como en el pasado. Las amenazas de guerra están más presentes que nunca precisamente en la Venezuela de hoy, sacudida por el ordenamiento trumpista.
Paremos un minuto a pensar en su primer vuelco hacia los cuadernos de divulgación popular. Me inquieta la recepción y el vapuleo que ella sufrió en nuestro medio académico por esa divulgación. Y me inquieta porque da cuenta de un cierto desprecio chileno por la reflexión teórica que viene de una mujer. ¿Qué hace una mujer en esos descampados teóricos tan “masculinos”? se nos ha dicho con frecuencia.
Por razones obvias, la Universidad no pudo acoger una articulación entre esos polos durante la dictadura, que básicamente intentó demoler los puentes entre filosofía y sociedad a sangre y fuego. Creo también que su agobio, su rabia con la academia chilena, da cuenta de un desprecio creciente de hacia la extensión universitaria durante todos estos años de la postdictadura. Los límites entre difusión y creación, investigación y docencia, se hallan todavía hoy gravemente distanciados. Después de todo, divulgar resuena a vulgo, y vulgo a pueblo–palabra que la tecnocracia académica de los 90 convertirá en anatema. No es con vulgo que se cifra el Scielo. Tampoco el ISI ni el scopus. A la larga, para bien y para mal, muchos fuimos formados por esos conocidos—y a veces valupeados–trabajos de divulgación que luego fueron recogidos por el Centro de In vestigaciones Memoria Popular Latinoamericana de La Habana y posteriormente por el Centro Internacional Miranda de Caracas. Pensar la democracia es también reflexionar desde las prácticas sociales, es tomar partido en la tarea de responsabilizar socialmente a la filosofía, la ciencia y el arte al quehacer de la polis.
Creo que el trabajo de Marta se halló tensado por la rígida y estamental división epocal entre intelectuales, trabajo social y creación política; entre dirigentes y dirigidos. Lo cierto es que entre los 90 y los comienzos del Siglo XXI, Harneker da cuenta de una reflexión sobre revolución y democracia, entendiendo esos términos como procesos abiertos a prácticas concretas y a la deliberación cívica, como una sinergia capaz de transformar las relaciones de dominación en formas de autonomía, por y para la ciudadanía. Influida por Mezaros, escribe El desafío y la carga del tiempo histórico: El socialismo en el siglo XXI.
Cuanto aquí describo da cuenta de una crítica orgánica del pensamiento latinoamericano pluralista y radical, decolonial, con perspectiva de clase; un pensamiento particularmente incisivo sobre la era neoliberal y capaz de abarcar una certera mirada al “unipolarismo militar y nortecéntrico, desde el punto de vista económico, político y cultural” en las palabras de Marta.
Entre las luchas antidictatoriales y el supuesto “fin de la guerra fría”, los 90 sacudieron a las izquierdas y sentaron las bases para que Marta desarrollara su repensar de dos categorías significativas: a) la de singular bloque social histórico y b) la noción de hegemonía. La reflexión sobre los 90 la lleva a preguntarse en son de tiempo y ritmo históricos: : “En qué momento vivimos? ¿En qué momento de la construcción del sujeto transformador nos hallamos? Cuáles son los referentes éticos capaces de fundar nuevos conceptos de liderazgo político?
La noción de hegemonía permea toda su obra finisecular. Dice que hay que enfentar no solo los aparatos coercitivos de la dominación, sino su hegemonía sobre los propios sectores populares, su dirección cultural y mediática, los mecanismos que generan la aceptación popular del orden social capitalista.
No se ha “consolidado una nueva hegemonía popular y, para que eso ocurra, no bastan las grandes movilizaciones populares de rechazo al sistema, sino que se requiere la intervención de una instancia política”, de la praxis crítica y la praxis existencial; cruzar los límites, anticipar lo que viene: una nueva instancia que “no manipule a los movimientos sociales” sino que se ponga a su servicio en la búsqueda de la cultura política que necesitamos hoy, combatiendo el burocratismo en el que suelen caer los dirigentes”
Entonces, la idea de bloque histórico y la noción compleja de hegemonía–dos categorías de raigambre gramsciano no reconocido por Marta– se instalan en su trabajo crítico para ir articulando dos conceptos claves para el fin de siglo: 1) el debate sobre socialismo/s y democracia/s, un debate pendiente en Chile a nivel de amplios bloques sociales y políticos, en la medida en que aún los dos términos se plantean como un binarismo excluyente; y 2) el acento en las nuevas subjetividades. Este último, enfatiza, tiene como objetivo la organización autónoma de la sociedad, potenciar la auto constitución de nuevos sujetos, la democracia radical.
Quisiera, al concluir esta breve reseña, detenerme en la reflexión sobre los nuevos sujetos de la hegemonía alternativa a construir. Sus experiencias en Venezuela y Bolivia la llevan a complejizar el concepto de clase.. La raíz de todo sujeto histórico está en la lucha de clases, dice. Pero el sujeto mismo no es reductible a la clase en todos los momentos del devenir. Y agrega algo fundamental para la comprensión de nuevas subjetividades de género, territorio, etnia, raza, nación: “un sujeto puede unir o amalgamar varias clases, capas y grupos sociales”, afirma.
Marta Harneker se ubicó en esa intersección de autonomías: la subjetividad se produce en límites indeterminados, porque “está constituida por “el conjunto cambiante de relaciones sociales”. El nuevo sujeto que ella interpela es un sujeto plural, heterogéneo, siempre pensado desde su colectividad. Converso con ella. Le cuento que los feminismos chilenos han desatado la subjetivación como un fenómeno existencial y epistemológico, deseante y político, espacio fronterizo que desborda simultáneamente la noción patriarcal, oligárquica de sujeto, a la vez que la constitución patriarcal republicana, propia de nuestra modernidad periférica.
Desde su experiencia bolivariana, Marta invoca las comunidades rurales y las universidades, los frentes laborales, estudiantiles y poblacionales, las experiencias cooperativas y las radios alternativas. Eso, dice es hacer una pedagogía de nuestros límites para reunir a la inmensa mayoría de la población, a la clase obrera urbana y rural, a las mujeres, a los homosexuales, a los amplios sectores marginados y a los informales, a la legión de desocupados, a los jubilados y a los cuadros subalternos del ejército.
Inquieta con el desarrollo “obsceno” de los medios comunicacionales transnacionales en la producción directa de plusvalía, la pedagogía de los límites que Marta propuso se enfrenta hoy con la posverdad. Por eso, dice, “la izquierda no se ha atrevido a defender a Venezuela de la visión de los medios”. Yo agregaría que el problema de la izquierda chilena es antes que nada hoy su incapacidad de debatir en vivo y no a partir de tres o cuatro figuras escogidas por los medios, debatir problemas como el nuevo sujeto, las nuevas formas de sujeción, las nuevas formas de beligerancia neo colonial, los nuevos bloques sociales mayoritarios a construir.
Se habrá visto ella agobiada en ese descampado mascultista de la teoría política de su juventud? Sentiría todavía el peso de un modo de pensar dualista y binario? Por qué entonces concebir teoría y divulgación como polos antinómicos? Habremos salido de esa tensión en nuestro propio quehacer? ¿Estará la Universidad a la altura de las nuevas complejidades que nos plantea el saber y el actuar en nuestras actuales condiciones de país?
Dije más arriba que por razones obvias, la Universidad no pudo acoger una articulación entre los polos entre conocimiento y praxis de una dictadura que básicamente intentó demoler los puentes entre filosofía y sociedad a sangre y fuego. En 2014 Marta Harneker recibe el Premio Libertador al Pensamiento Crítico, luego de haberse desempeñado como consejera de Hugo Chávez entre 2002 y 2004. Acojamos este homenaje tardío de la Universidad de Chile a su compleja trayectoria. Homenaje de su universidad a las pedagogías de los límites que ella señeramente anunció, criticó y vivió.